Hoy ha tocado comer cachopo en El Rincón Astur, en Colloto. 3 cachopos hemos pedido. Mucho me pareció, pero no debió de serlo tanto cuando pedimos entrantes. Aprovechando que el sitio no lleva mucho tiempo abierto y que tiene el festival del cachopo, pedimos de todo: Cachopo clásico de Jamón ibérico y queso, Cachopo de Cecina y Queso de Cabra y cachopo de Picadillo (nos faltó por probar el de bacalado con gambas, pero ya nos parecía mucho). ¿De picadillo? ¿A quién en su sano juicio se le ocurre tal sacrilegio? Al oirlo me recordó a aquel cachopo de morcilla matachana que prefiero no recordar (¿por qué meter matachana en un cachopo y estropear todo el sabor de la carne y demás condimentos?). Pero me sorprendió. Textura suave, picadillo sin grasa, tierna, nada fuerte, mezclado con un toque de cabrales (previamente preguntó por si acaso no queríamos)… consiguió hacer que un nombre rocambolesco como «cachopo de picadillo» realmente fuera apetitoso y suave. Ahora entiendo por qué lo pedía la gente. Realmente estaba bueno. El secreto no sólo estaba en el picadillo de calidad, sino también en la carne. Carne de babilla, muy tierna y sin machacar, es decir, que tal se hace el corte, así va a la sartén. Recordemos que hay sitios en los que para hacer un megacachopo estropean la carne estirándola y amasándola, dejándola seca y estropeando su textura y sabor. El filete me resultó de los más tiernos que recuerdo. No me tocó ningún nervio, nada de grasa consiguiendo hacer que su digestión fuera muy buena. Ya por la carne merece la pena volver.

El rebozado no estaba nada mal: Crujiente y seco. Nada aceitoso ni aceite tan reutilizado que sabe a otra cosa. Bien frito.
Los filetes estaban cortados con tanto arte que viendo los tres juntos no se distingue cuál es cual. Los tres son aparentemente iguales, con la misma forma. Ni que decir tiene que la carne de los tres estaba igual de buena.
El relleno, en cambio, varía mucho. Ya hablé del de picadillo, que lo comimos el último por miedo a que su sabor nos destrozara las papilas gustativas y nos estropeara el sabor de los demás. El de jamón y queso no estaba tampoco nada mal. Jamón de buena calidad, muy tierno, con buen sabor y textura. Se corta muy bien y se nota bien su sabor. Queso en su justa proporción. Suave; qué raro… esta vez no digo que necesite más queso… siempre es mi queja… pero en este caso no. Tenía suficiente queso. No tenía en exceso pero tampoco en defecto. Y como la carne estaba muy jugosa, no necesitaba tampoco mucho queso. Mismo rebozado, misma carne, pero con un toque clásico y suave.

Y con la misma forma y tamaño nos encontramos con el último cachopo: Cecina y queso de cabra. El queso de cabra, que también había en abundancia, muy suave. Nada fuerte, pero con su toque ‘a cabra’. Llegó un momento que pensé que no era queso de cabra y lo probé sólo y sí… lo era. No convertía el cachopo en jugoso (que no es su cometido) y le da ese toque especial a la cecina. La cecina, a diferencia de otros que comí, muy tierna. No hizo del cachopo algo más duro de masticar, sino que convirtió el cachopo en algo con un sabor especial. ¡Un sobresaliente!
Cada cachopo vino en un plato con un trozo de pimiento. Aparte las patatas y en otra fuente, la ensalada. Las patatas tenían un corte a patata congelada. ¿De verdad? No, de verdad no, pues sólo tenía el corte. La patata era artesanal. No sé si vinieron las patatas y ensalada aparte por tener 3 cachopos o siempre lo hacen así.
Y por primera vez he visto un sobre de vinagre y otro de aceite.
(más…)