No se trata de una sidrería al uso, es algo más moderno, todo blanco lo que da una gran sensación de espacio abierto. En la parte de arriba tienen un comedor más pequeño y en la parte de abajo un comedor mucho más amplio, que fue donde nos tocó comer a nosotros.

Éramos 3 y preguntamos al camarero por el cachopo. Nos dijo que con un entrante y el cachopo podíamos comer tranquilamente los 3. Íbamos a comer dos personas cachopo y, como somos de buen comer, pedimos uno para cada uno. El camarero se portó genial porque nos trajo sólo uno para los dos y teniendo en cuenta el tamaño (suficiente para ambos) y el precio del cachopo (21 euros) fue una alegría.

Llegó el esperado cachopo y nos sorprendimos con su tamaño. Era enorme y además bastante grueso así que lo partimos a la mitad para ver el interior y encontramos más de dos filetes de ternera. Se puede pensar que se hace pesado, pero para nada. La carne estaba exquisita, muy tierna y con un sabor muy bueno. El relleno era más que correcto, el jamón suficiente para no notar demasiado la sal que suelen llevar y con bastante queso que, para mi gusto, estaba delicioso. Además, venía acompañado de una ración abundante de patatas (sobraron) y de dos espárragos rebozados, algo innovador que siempre agrada encontrar.
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