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Cachopo en La Toscana – La Felguera
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El otro día decidimos ir a probar el cachopo que quedó cuarto en el campeonato de Asturias y una cosa quedó clara: en estos concursos prima demasiado la presentación por encima de lo realmente importante en este tema… ¡la comida en sí! Me explico…
Decidimos llamar para preguntar por el tamaño y el relleno del cachopo antes de aventurarnos porque a nosotros nos gustan los clásicos (de jamón y queso, aunque respetamos los demás) y no queríamos encontrarnos sorpresas. Nos dijeron que si queríamos algo diferente (en nuestro caso, sin espárragos) se lo dijéramos ya para que los tuvieran preparados y no tener que esperar mucho tiempo. Sobre el tamaño nos indicaron que con uno y un entrante comían dos personas tranquilamente… ¡y ni una ni otra!
Llegamos a las 10 al bar y salimos de allí a las 12 de la noche. Dos horas para comer un cachopo pequeño, una tapa de croquetas y un postre… y menos mal que encargamos los cachopos paran o tener que esperar demasiado. Tampoco es que el bar estuviera hasta los topes de gente porque es pequeñito, con unas 5 mesas de cuatro personas.
Hay que reconocer que el sitio está muy guapo, muy bien cuidado y en una ubicación muy idónea ya que tiene sitio para aparcar y estás al lado de un parque donde los niños pueden corretear a sus anchas, con columpios y jardines. (más…)
Llama mucho la atención la cantidad de detalles que tienen. Hay un camarero por una o dos mesas y todos sincronizados. O te ponen todos a la vez la mesa, o te la quitan todos a la vez. Todos muy amables y simpáticos. Sé que se dice lo mismo de todos sitios, pero aquí es verdad. En otras bodas, como en el Pinar, el camarero estaba de doblete y borracho. La mesa estaba muy bien distribuida. Un montón de cubiertos y algunos no los vi en mi vida, pero mi novia dedujo que uno alargado con 2 pequeños garfios era para sacar la carne de los sitios más inaccesibles del marisco; Yo, como no soy de comer marisco, en mi vida lo vi. Varias cucharillas, que mientras pasaba el tiempo nos íbamos dando cuenta para qué servían.Teníamos dos clases de pan, y una copa para el vino blanco, otra para el vino tinto, otra para el champán y otra para el agua.
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